Café de México en los últimos 20 años: ¿cómo relatar parte de la historia de una crisis?

René Ávila

Crecí siendo ajeno al café, aunque no a la agricultura ni al medio rural. Pero al dedicarle poco más de veinte años de vida profesional al mismo, he podido palpar muy de cerca las contradicciones y bondades propias del sector cafetalero. Es por ello por lo que, en ocasión de esta afortunada coincidencia con el aniversario de la Revista El Mundo del Café, pido se me permita relatar en un par de entregas algunos sucesos que explican desde una particular perspectiva, cómo es que México ha llegado a este momento tan decisivo para la cafeticultura; ¿qué ha cambiado?, ¿qué se ha perdido?, ¿cuáles son las enseñanzas de esta crisis? Perdonará el lector si la narrativa no es equilibrada y está cargada de emociones, pero mes es difícil desasociar la carga emocional que suponen muchas vivencias personales en los momentos clave del sector café, así como el hecho de que algunos “activos” del sector café, encuentren hoy literalmente el basurero. ¿Cómo saldrá el café de la actual crisis?, mínimo se deben evitar los errores de siempre.

1- El ingreso a un fascinante y adictivo sector, y los primeros acercamientos al problema.

Aunque debí haber estado en alguna zona cafetalera antes de 1998, con toda honestidad no lo recuerdo. Las imágenes que acudían a mi mente cuando de café se hablaba, eran las de aquella historia donde Margarita Rosa de Francisco y Guy Ecker protagonizaron un extraordinario melodrama en “Café con aroma de mujer”.

Pero lo que escuché en aquella ponencia, me hizo de alguna manera sentirme dentro de un fascinante mundo llamado café mexicano. Frases como “cultivo bajo sombra” “familias de productores”, “precios internacionales”, “Bolsa de Nueva York”, “exportaciones”, “Organización Internacional del Café (OIC)”, entre otras, eran como música para los oídos de un estudiante próximo a egresar de la carrera de comercio internacional de productos agropecuarios.

Fue en el auditorio de la Torre de Tlatelolco, que por aquellos años albergaba parte de la Secretaría de Relaciones Exteriores, donde una persona algo mayor hablaba con gran pasión y mesura sobre el tema, ante una concurrida asistencia en aquel seminario sobre la situación y perspectivas del sector agropecuario y forestal de México. Esto apenas a cuatro años de haber entrado en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Meses después, una mañana de jueves, sentado en la sala de espera del Consejo Mexicano del Café, A.C. (CMC) y saboreando el café que amablemente me invitó Maribel Cruz, no atinaba a dimensionar el por qué, durante los comentarios de aquella ponencia, se dijo que los cafés colombianos se cotizaban más alto que el aromático mexicano; ¡seguro que la novela tuvo algo que ver!, pensaba yo. De pronto cruzó por la sala una persona que me pareció conocida, ingresó a su oficina y en un instante salió para preguntar a su asistente sobre quién estaba programado para la entrevista.  Supe entonces que sería el mismo Ingeniero Rubén Castillo Fragoso, Presidente Ejecutivo del CMC, quien me haría la entrevista de trabajo.

Aunque para esos tiempos yo había ya trabajado en varios ámbitos, se trataba en realidad de mi primera entrevista formal a nivel profesional, en tanto que (después me enteré), para Don Rubén era una de tantas entrevistas que hacía personalmente a los prospectos de Asesor que era el puesto para que estaba postulándome.

¿Qué tanto sabe de café?, preguntó de inmediato. ¡Nada!, le contesté…, pero me gustaría aprender. “Aquí se aprende mucho”, me dijo medio sonriendo y se dispuso a hojear mi currículum.

No dejaba de llamar mi atención una gran cantidad de bolsas de café tostado de diferentes marcas, amontonadas en la parte de arriba de un amplio librero. ¿Reconoce alguna?, me preguntó, yo contesté negando con la cabeza. “Ese es parte del problema”, me dijo. “¡Hay mucha gente que ni siquiera sabe que México produce café!”

La entrevista fue amplia, pero amena. No sé qué cosa vio Don Rubén en mí, pero al final de la entrevista hizo una breve llamada y me pidió presentarme a trabajar el lunes siguiente. ¿Qué voy a hacer?, le pregunté. Él me contestó con una frase decisiva: “Lo que hacemos siempre, pero trate usted de hacerlo de manera diferente”.

Vaya que conocí de muchas cosas en el Consejo y por supuesto a muchas personas. A Don Rubén Castillo le siguió Don Ricardo Lecumberri; a Don Ricardo, Don Javier Mora, a Don Javier Mora, Don Roberto Giesemann. Extinto el CMC, se dio paso al Sistema Producto y posteriormente a la AMECAFE, A.C.  En estos organismos, la interlocución y comunicación entre los diferentes actores y eslabones de la cadena productiva, ha sido la premisa que en estricto sentido justifica su existencia. En todos estos años vi cómo se construían cosas, sólo para que luego fuesen desechadas. Durante todo este tiempo, mientras que miles, quizá millones de personas, principalmente jóvenes se incorporan al consumo en la parte final de la cadena, los actores del lado de la producción primaria siguen siendo los mismos; los mismos “liderazgos” con las mismas ideas, aunque claramente con los rostros más cansados.

2- Las crisis de precios.

Las llamadas crisis de precios no son nuevas ni en esencia diferentes: hablamos de períodos recurrentes de sobre oferta mundial. Una sencilla gráfica nos recuerda que las crisis no son algo nuevo. 1975 y 1992, fueron años en los que el café de México debió hacer cambio y generar resiliencia.

¿Que se diseñó en los años posteriores a las crisis de 1975 y 1992? Todo indica que fueron cambios con fines políticos, nunca cambios enfocados a mejorar la competitividad de la cadena y sobre todo a cautivar al consumidor.

3- Lo construido y lo arruinado.

En 2001, luego de que se obtuvo en México la cosecha más alta de café en la historia reciente, vino la terrible crisis de precios de 2001 y de alguna manera la capacidad de reacción del sector se puso a prueba. Un aspecto significativo de ese momento es que parte de lo construido hasta ese entonces, no sólo no fue desechado, sino que más bien, fue fortalecido y potenciado. ¿Qué queda de ello para enfrentar esta nueva crisis? Podemos hablar de tres tipos de activos: los tirados a la basura, los que se arruinan constantemente, y los que siguen vigentes. A continuación, un recuento general.

a)         Los tirados a la basura.

•          La genuina representatividad nacional de los productores.

•          El padrón nacional cafetalero.

•          Las estadísticas del sector.

•          Las estimaciones de cosecha (objetivas)

•          El retiro de calidades inferiores.

•          El liderazgo de México en la política cafetalera internacional

•          Los programas de beneficiado ecológico.

•          La investigación aplicada.

•          El Programa del Fondo de Estabilización de Precios que culminó en FIRCAFE.

b)        Los que se arruinan constantemente (con cargo a presupuesto público)

•          Las instituciones especializadas en el sector.

•          La promoción internacional.

•          El extensionismo rural.

•          Los programas de capacitación.

•          Los programas de subsidio.

•          Los esquemas de coberturas de precios.

•          Los foros para analizar la problemática del sector.

c)         Los que siguen vigentes.

•          El Sistema Informático de la Cafeticultura Nacional.

•          Los programas de normalización y las iniciativas de certificación.

•          Concursos de calidad como Taza de Excelencia.

•          Los eventos innovadores como Expo Café.

•          Las competencias de baristas.

No es difícil discernir las razones por las que, ante una nueva crisis de precios, el sector Café de México, se encuentra vulnerable y por supuesto, otros orígenes apuntan a comerse nuestro propio mercado.

En una siguiente entrega, las anécdotas de cada uno de estos activos.