Barra de Café, tostador y restaurante, desde hace una década brinda a los presurosos transeúntes de la zona.
En la zona centro de la bulliciosa Bruselas, capital de Bélgica, se destaca la fuente del Manneken Pis (niño que orina, en buen cristiano), efigie de bronce de 61 cm y símbolo de dicha ciudad; figura preferida de Magdalena Hernández Martínez y razón por la cual, con ayuda de su hijo, usó de molde para diseñar el logo de su barra de café y, en un juego de palabras con sus apodos familiares (“Male”, “Malena”) y el nombre de la estatua, llamó Máneken Café a su establecimiento ubicado en el 905 de Avenida Cuauhtémoc, justo al lado de un acceso al Metro Eugenia. Y ahí, el aromático invade el paso de quien transita por la zona.
Hace diez años que Magdalena abrió Máneken pensado en principio como un restaurante, ya que ella es Chef y su pasión es cocinar, labor que le ha permitido recorrer el mundo. Así que buscó ofrecer algo de calidad cien por ciento mexicano para ofrecer al transeúnte la chance de disfrutar excelentes platillos y una buena taza de café.
Paulatinamente, la clientela solicitaba más café que cualquier otra bebida y en un momento, Magdalena debió capacitarse más orientada al barismo y tostado; primero tomó su curso en Passmar bajo la batuta de Salvador Benítez y Alelí Moreno y a partir de esa base poco a poco amplió su conocimiento en el aromático al grado tal que decidió comprar un tostador para ofrecer también tanto a clientes como a negocios cercanos sus propios granos.
Recuerda Magdalena: “Al inicio queríamos ofrecer un espacio de relax dentro del ajetreo de la Ciudad de México y ofrecer buenos alimentos con un excelente café, pero paulatinamente la clientela me solicitaba más café porque su aroma resultó el mayor atractivo y nuestra mejor publicidad y además, a mí me encanta e incluso tengo una frase que ya es el eslogan de Máneken: el incitante aroma que penetra los sentidos, porque eso es precisamente lo que refleja el café”.

Ya con su tostador, Magdalena recibió la capacitación nada menos que de Tita Hernández, para elegir el café a ofrecer visitó a diversos beneficios, primero con Jorge Martínez Marín y desde hace dos años, con Diego Marroquín, tostador Subcampeón Nacional en 2016 y estudiante de la carrera de Química de Alimentos en la UNAM.
“Y es que Máneken había crecido mucho y cada vez aparecen más necesidades por cubrir y en mi caso, ya se complicaba ser mamá, ama de casa y empresaria. Pero el mundo del café me gustó mucho porque tratas directamente con el productor en su finca, y eso liga a mi origen campesino en mi natal Michoacán. Me encanta que el grano siempre está en movimiento y eso se refleja hasta en el tueste, no importa que tengas una curva ya grabada nunca será igual la siguiente carga”, añadió Hernández.
Y a propósito, ¿cómo andamos de granos? Es el turno de Diego Marroquín de tomar la voz y explica que han probado bastantes granos de Veracruz, principalmente de El Equimite y El Estribo, así como lavados de Chiapas y Oaxaca, así como algunas muestras especiales y, claro está, la “mezcla de la casa” conocida sólo por el equipo de la barra. Diego le ha logrado imprimir ese sello audaz de los jóvenes para ofrecer sabores que sean el sello indeleble de Máneken, como tuestes medios y con notas a mantequilla y caramelo.
Desde que Diego asumió la parte del tueste, se ha notado el sello de la marca y han sido finalistas del Premio Sabor Expo Café; de hecho, logró convencer a la propietaria de la barra para adquirir una nueva tostadora, con lo que el primer equipo ahora forma parte del decorado del lugar, justo a la entrada del local. De las opciones en la barra, Magda confiesa su gusto por el café natural de Chiapas, mientras Diego prefiere tres opciones, un Caturra amarillo, un Catimor con tildes de fresas y un Bourbón con toques a plátano, fresa y zarzamora.
Para Magda y Diego, el éxito de sus mezclas se refleja en que cada vez son menos los comensales que piden leche en sus bebidas y por el contrario, los métodos ganan más adeptos sobre todo con el visitante joven, al grado que ya cuentan con visitantes fieles sólo por un método en específico y muestran sumo interés en conocer más de su bebida.
Por ese deseo de transmitir a sus parroquianos su entusiasmo por el café, que han decidido abrir una especie de seminarios para grupos reducidos, en donde comparten el expertise y puedan identificar plenamente todas las virtudes de una excelente taza de especialidad: “Muchos clientes apenas inician con la cultura del café y pensamos que era un poco egoísta ofrecerles excelente café pero no supieran diferenciarlo. Por ello los seminarios ofrecen de todo, un poco degustación, un poco tueste, temas de barismo para que la gente empiece ubicar qué le gusta y qué no del café”, explicó Marroquín.
No obstante, hay unos fieles al lugar que ya detectan la diferencia del café incluso en sus cappuccinos; Diego recuerda que le cuestionaban qué café usaban y a partir de esa experiencia decidieron usar dos molinos, una con la propuesta de la casa y otra para rotar cada semana, lo que ha provocado utilizar hasta seis perfiles distintos en el transcurso del año y según la época se piensan en toques frutales, más aromáticos, o chocolates, sin sacrificar los atributos del café, ni perder acidez y cuerpo.
Respecto a los alimentos, como se comentó, Magadalena es chef, así que ha diseñado una carta que combina perfectamente con el café, entendiendo que el cliente está acostumbrado a una definición de “dulce” y “salado”. El éxito del menú se basa en atreverse a probar alimentos sanos, balanceados y no tan dulces; la más reciente innovación es una lista de ensaladas sofisticadas con diferentes tipos de quesos, que han logrado gran aceptación y el mismo caso es con el clásico postre italiano para los amantes del café, el Affogato, que Magda prepara en casa con mucho éxito.
Este negocio es el vivo ejemplo del trabajo sostenido para crecer juntos; todo el equipo irradia un estado de ánimo tan fraterno que parecen una familia (y es que Magdalena se refiere a sus empleados como “sus niños”); esa mezcla de juventud y experiencia le da identidad a esta barra. Si camina cerca del metro Eugenia, recuerde que en el 905 de Avenida Cuauhtémoc, “el incitante aroma que penetra los sentidos” le invitará a probar sus mezclas y, si le interesa saber más del café, en sus redes sociales puede checar las cataciones públicas que ofrece Máneken Café.